Después de haber repasado las fiestas carnavalescas
de diferentes lugares de nuestro planeta y de conocer las diferencias y semejanzas que
existen entre todas ellas, hay que centrarse ahora en estas últimas; en los aspectos
comunes entre estas. El más característico es ese que diferencia al carnaval de las
demás fiestas y costumbres populares: los disfraces de carnaval y sus máscaras.
Son muchas las personas que aprovechan la festividad de los carnavales para ser
originales y conseguir, de esta manera, ser el centro de la atención de todos o
simplemente destacar entre los demás. Pero aun así, es muy habitual encontrarse todos
los años con esos disfraces que no dejan de estar
siempre presentes, como es el caso de los trajes de diferentes culturas: romanos, griegos,
indios, egipcios, chinos, etc.; de los de profesiones: enfermera, policía, payaso,
cantante, etc.; de personajes de películas como Grease o Star wars; y
también son típicos los disfraces de piratas, brujas, presos, fantasmas, princesas,
hippies, vampiros, etc.
Todo esto es habitual encontrarlo año tras año en la festividad del carnaval, pero
para comprender cómo hemos llegado a realizar esta celebración en la actualidad, es
necesario conocer cómo lo hacían en el pasado.
No se puede saber con exactitud en qué época comenzó la costumbre de disfrazarse en
carnaval, pero se sabe que en el antiguo Egipto se realizaban fiestas que consistían en
que las diferentes clases sociales se mezclaban mediante determinados disfraces y máscaras que cada persona se
ponía, juntos festejaban bailando y cantando.
Este tipo de fiestas se hicieron posteriormente en Grecia y en Roma y tenían cierta
similitud con la celebración egipcia. Normalmente, estos festejos estaban dedicados a
ciertas divinidades a las que rendían culto mientras bailaban, cantaban y se divertían,
reinando las risas y el desorden.
Lo mejor de todo esto era que ricos y pobres convivían mientras celebraban sin ningún
tipo de problema que pudiera existir entre ellos, puesto que la fiesta suponía la
necesidad de libertad. Esto se fue extendiendo por los diferentes lugares y ciudades y ha
ido creciendo y evolucionando a lo largo de los años.
Cuando llegó el cristianismo, los festejos se amoldaron a las nuevas creencias de la
gente de la época, pero no cesaron los disfraces y máscaras, aunque muchas veces la
población tuviera problemas para hacer este tipo de actos.
Mediante la acción de disfrazarse, las personas podían alejarse de la vida que
llevaran, probablemente apegada a una rutina diaria, fuesen del grupo social que fuesen y
también podían sentirse libres de esta manera durante el tiempo que durase la fiesta,
pudiendo ser quien quisieran o disimulando ser otra persona, ya que, por ejemplo,
utilizando una máscara, se puede mantener un anonimato que permita realizar actos a los
que no se acostumbra.
Muchas veces se utilizaban las máscaras como un elemento más de determinados
espectáculos, como puede ser en el teatro. Todo esto suponía una forma de escapar de las
leyes que regían un lugar, que en la mayoría de las ocasiones reprimían los deseos de
la gente, y en el carnaval veían una oportunidad para realizarlos.
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